Un joven fue a una entrevista de trabajo muy confiado en sus habilidades. Se presentó de manera arrogante, interrumpía al entrevistador y hablaba solo de sus logros. Al final, no fue seleccionado. Tiempo después, el mismo joven regresó, esta vez con una actitud diferente: escuchó, respondió con respeto y reconoció que tenía aún mucho que aprender. Esta vez fue aceptado.
Así pasa con nuestra relación con Dios. **Santiago 4:6** dice: *“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”* La soberbia nos cierra puertas, pero la humildad abre el camino para recibir la gracia de Dios.
La humildad no es pensar menos de nosotros mismos, sino reconocer que dependemos de Dios para todo. Cuando somos orgullosos, nos cerramos a la ayuda de Dios porque creemos que podemos solos. Pero cuando nos humillamos y reconocemos nuestra necesidad de Él, su gracia desciende sobre nosotros: gracia para ser transformados, para recibir perdón y para caminar en victoria.
Hoy te invito a revisar tu corazón: ¿Hay áreas donde te has apoyado solo en tus fuerzas y has dejado a Dios fuera? Recuerda que el orgullo nos aleja, pero la humildad nos acerca a su presencia.
🙏 **Oración:** Señor, hoy reconozco que te necesito. Quita de mí todo orgullo y enséñame a depender de Ti en cada área de mi vida. Lléname de tu gracia para vivir en tu voluntad
