Santiago 1:19
“Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse.”
Este versículo es una invitación divina a detenernos en medio del ruido diario. Vivimos en una cultura donde hablar rápido, opinar de todo y reaccionar impulsivamente parece ser lo normal. Pero Dios nos llama a otro ritmo: el del oído atento, la palabra medida y el corazón tranquilo.
Estar listos para escuchar no solo significa oír palabras, sino prestar atención, con humildad, al otro. A veces, el mayor acto de amor que podemos ofrecer es simplemente guardar silencio y prestar atención con el corazón.
Ser lentos para hablar nos ayuda a reflexionar antes de herir, a pensar antes de responder, a dejar que nuestras palabras edifiquen en lugar de destruir.
Y ser lentos para enojarse… eso requiere gracia. Porque el enojo rápido nace del orgullo, del querer tener la razón. Pero cuando dejamos que Dios calme nuestro espíritu, Él transforma el enojo en comprensión, y la reacción en compasión.
Hoy, haz una pausa. Escucha más. Habla menos. Y deja que la paz de Dios guarde tu corazón. Porque en ese silencio humilde, Dios también habla.
