*“Sed santos, porque yo soy santo.”* — 1 Pedro 1:16
La santidad no es una opción extra en la vida cristiana. Es el llamado central de Dios a sus hijos. Pero… ¿qué significa ser santo hoy, en medio de un mundo que normaliza lo que Dios aborrece?
Ser santo no significa ser perfecto, ni vivir con apariencia de espiritualidad. **Significa vivir apartado para Dios**, con un corazón rendido a su voluntad y un deseo genuino de agradarlo en todo. Es decidir cada día **caminar diferente**, hablar diferente, pensar diferente — no para ser vistos, sino porque **sabemos a quién pertenecemos**.
Hoy, Dios nos invita a examinar nuestro corazón. ¿Qué áreas de mi vida necesitan limpieza? ¿Qué conversaciones, hábitos o relaciones estoy tolerando que me alejan de su presencia?
La santidad comienza con una decisión: **rendir lo que somos y tenemos al Señor**. Es incómodo, sí, porque implica morir al yo. Pero es también liberador, porque nos acerca a lo que fuimos creados para ser: **vasos útiles, limpios, llenos de su gloria**.
