Un Joyero trabaja el oro hasta que puede ver reflejado su rostro en él. Cada vez que el fuego purifica el metal, las impurezas salen a la superficie. Así es Dios con nosotros: Él permite el fuego de las pruebas no para destruirnos, sino para **reflejar Su imagen en nuestra vida**.
Muchos piensan que la santidad es una meta inalcanzable, pero en realidad es un **camino diario**. 1 Pedro 1:15-16 dice: *“Sed santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”*
La santidad no es vivir sin errores, sino vivir **apartados para Dios**, eligiendo agradarle en cada decisión.
El mundo ofrece atajos, placeres momentáneos y justificaciones fáciles, pero el creyente que camina en santidad sabe que **vale más la paz de una conciencia limpia que el gozo pasajero del pecado**.
El Espíritu Santo es quien nos ayuda a mantenernos firmes. Cuando lo dejamos dirigirnos, Él transforma nuestros deseos, cambia nuestra forma de pensar y nos da fuerza para decir “no” a lo que antes nos dominaba.
Ser santo no es vivir lejos del mundo, sino vivir **diferente en medio del mundo**. Es reflejar a Cristo en nuestras palabras, pensamientos y acciones. Cada día es una nueva oportunidad para elegir lo correcto, aunque cueste.
**Oración:**
Señor, anhelo vivir para Ti. Purifica mi corazón y enséñame a caminar en santidad. Que mis palabras, mis pensamientos y mis decisiones te honren. Haz de mi vida un reflejo de tu gloria. Ayúdame a ser luz en medio de la oscuridad, para que otros vean tu presencia en mí. En el nombre de Jesús, amén.
