El encargo de Dios

*“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.”* — Colosenses 3:23

Todos hemos recibido una misión de parte del Señor, y aunque no siempre es visible ni reconocida por otros, tiene un valor eterno delante de Él.


El encargo de Dios no siempre significa estar en un púlpito o en un escenario. Muchas veces se trata de lo cotidiano: servir en silencio, amar a los demás, ser íntegros en el trabajo, enseñar con paciencia a los hijos o acompañar a alguien que atraviesa un momento difícil.

Cuando comprendemos que cada tarea, por pequeña que parezca, puede glorificar a Dios, nuestra vida cobra un nuevo sentido. El apóstol Pablo nos recuerda que todo lo que hagamos debe ser hecho como para el Señor, no para los hombres. Eso significa que, aunque nadie lo note, Dios lo ve y lo valora.

Tal vez hoy estés luchando con cansancio o con la sensación de que lo que haces no tiene importancia. Pero quiero recordarte: **si lo haces para Dios, nada es en vano**. El encargo que Él puso en tus manos tiene un propósito, y cuando lo cumples con amor y fidelidad, estás sembrando en la eternidad.

En un tiempo de cansancio quise dejar estos devocionales a mitad de camino, pero Dios en su infinita misericordia me hablo por medio de mi pastora la cual me dijo, no dejes  a un lado el encargo de Dios y mi ser se estremeció en ese mismo instante.

Ahora mismo te estas preguntando ¿Qué encargo me ha dado Dios en esta temporada de mi vida?** Puede que sea servir en tu iglesia, guiar a tu familia en los caminos del Señor, o ser un testimonio en medio de tu comunidad. Sea lo que sea, hazlo con amor, porque detrás de cada tarea hay un propósito divino.

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